Bully, lanzado en 2006, es un juego emblemático de Rockstar Games, también conocida por la serie GTA (Grand Theft Auto). De hecho, Bully ha llegado a conocerse como “GTA en la escuela”, por mantener aspectos de jugabilidad similares a los de la serie.
No es su impresión: el juego hace referencia a la práctica del bullying (agresión física y verbal repetitiva). Y, sobre todo, en un contexto que lo convirtió en objeto de polémica.

Bully ofrece una excelente oportunidad para debatir sobre el acoso escolar, de una forma más amplia. Por ello, en este post relacionaremos ambos, buscando instigar el debate sobre un tema tan caro al panorama actual.
Tenemos que hablar de Bully
Bully es una expresión de la lengua inglesa que, en la traducción al portugués, equivaldría a “matón”. El juego con este título presenta como protagonista al adolescente Jimmy Hopkins, que presenta exactamente ese perfil.

La trama, sin embargo, sitúa el comportamiento de Jimmy en un contexto. La historia comienza con el chico siendo llevado, por su madre y su padrastro, a un internado llamado Bullworth Academy – la única escuela que aceptó admitir al adolescente, dado su historial como estudiante problemático.
De hecho, esta introducción deja claro que la madre buscaba un lugar donde dejar al chico, “deshaciéndose” de él para poder irse de luna de miel (del 5º matrimonio).

En un análisis apresurado, podríamos ver el juego como un error. Esto se debe a que transforma una de las formas de violencia de más rápido crecimiento en el mundo en un lema de diversión y entretenimiento.
¿Qué es el acoso escolar?
A finales de los años 70, el profesor Dan Olweus, de la Universidad de Noruega, acuñó el término bullying para denominar un conjunto de prácticas amenazadoras e intimidatorias que, según sus estudios, eran una constante experimentada por adolescentes con tendencias suicidas.

Aunque la palabra es relativamente nueva, su práctica es arcaica. El entorno escolar es sólo uno de los lugares donde pueden producirse agresiones físicas y verbales, pero destaca por ser un espacio en el que niños y jóvenes viven gran parte de su rutina, además de posibilitar una parte importante de sus relaciones sociales.
El juego Bully lleva al extremo la concepción de la escuela como lugar privilegiado para el acoso, mostrando a un adolescente que es al mismo tiempo víctima y verdugo, siendo perseguido por compañeros, profesores, personal y director -además de su propia madre, que lo menosprecia-, utilizando la misma moneda para defenderse.

Tipos de acoso escolar
Quizás este sea el principal problema de Bully, en el sentido de la polémica que generó. Al hacer del bullying un arma contra el propio bullying, el mensaje transmitido conduce a una salida poco saludable y, en ningún caso, recomendable para quienes sufren agresividad.
· humillaciones;
· insultos y burlas;
· daños a la propiedad de las víctimas
· amenazas y enfrentamientos físicos
· contemplación de actos ofensivos, sin mostrar reacción alguna
· fotos y abusos sexuales

· rumores despectivos o mentiras, que ponen a la víctima en una situación vulnerable.
¿Qué lleva al acosador a practicarlo?
De nuevo, podemos ver patrones del juego Bully como ejemplos. Los personajes representan estereotipos clásicos, señalando a los agresores como personas conscientes del mal que infligen, sin que ello frene sus actos. Al contrario, esperan el dolor, la humillación, el envilecimiento, como consecuencias.
¿Por qué actúan así? Porque, dominando al otro, pueden resaltar su “poder”, mejorar su imagen ante los demás colegas, imponiendo una especie de respeto, a través del miedo.

Autor y víctima de tortura psicológica y/o violencia física deben ser observados de cerca. Ambos pueden enfrentarse a trastornos mentales, como depresión y baja autoestima.
Los que sufren suelen permanecer en silencio. Incluso porque los blancos preferidos del acoso son los niños y adolescentes más introvertidos, a quienes puede resultarles difícil dialogar con sus compañeros o hablar con padres y profesores. Con el acoso y el sentimiento de vergüenza, esta dificultad puede ser aún mayor, lo que conduce al aislamiento y a una sensación de impotencia.

¿Y quién asiste a las “bromas” brutales, sin tomar partido? La exención, no pocas veces, se produce porque el espectador teme interferir y convertirse también en blanco. Al convertirse en público, protege su integridad y consigue un estatus de pertenencia, aunque no esté de acuerdo con lo que ve.