¿Ansiedad relacionada con el trabajo? He aquí cómo afrontarlo

¿Trabaja para vivir o vive para trabajar?

La cuestión del trabajo siempre ha ocupado un lugar central en todo tipo de cultura y sociedad desde la noche de los tiempos. En la antigüedad se compartían las tareas necesarias para el sustento de la comunidad, lo que no quiere decir que no existiera la competencia, pero hoy asistimos a una paradoja propia de nuestro tiempo. Por un lado, se necesitan más recursos humanos para satisfacer la demanda, como en el sector hospitalario, donde cada vez hay menos personal sanitario, pero no hay dinero para contratar a otros nuevos. Por ello, los jóvenes, mucho más cualificados que los titulados de generaciones pasadas gracias a las herramientas de que disponen, no pueden incorporarse demasiado pronto al mundo laboral, pero una vez que lo hacen tienen que enfrentarse a una realidad que no les permite implicarse como les gustaría, sino aceptar compromisos absurdos durante varios años, con la esperanza de encontrar algún día el trabajo de sus sueños con un salario adecuado.

Preocupación y ansiedad en el trabajo

En el clima actual, uno intenta darlo todo y superar incluso los horarios humanos para conseguir su objetivo. Este modo de vida puede ser perjudicial, generando altos niveles de preocupación y ansiedad en el trabajo. Si no se toman las precauciones adecuadas, puede provocar un ataque de nervios o episodios de ansiedad o depresión laboral.

Otro foco del que se habla mucho hoy en día es el mobbing, es decir, la puesta en práctica de una serie de conductas agresivas psicofísicas o verbales ejercidas por un grupo de personas hacia otra u otras. Esto puede ocurrir en el lugar de trabajo, incluso por parte de un jefe hacia un subordinado, y en este caso hablamos de bossing.

Desperate businesswoman on line worried after bankruptcy in front of a laptop with her hands in the head at office

Estos elementos nos llevan a una reflexión preocupante, de hecho llevamos años observando todas estas señales de alarma, y urge actuar de forma preventiva para mejorar los distintos entornos de trabajo.  Resulta oportuno, por ejemplo, crear un clima sereno (frente a un clima estresante que genere ansiedad por el futuro y miedo al trabajo) que, según se ha demostrado, no puede sino mejorar la eficacia de los empleados.

ERGOFOBIA: ansiedad laboral y miedo a cometer errores

En este sentido, además de los malestares habituales, se ha llamado la atención sobre una nueva amenaza que se cierne sobre los trabajadores: la ergofobia.

La ergofobia, o ergasiofobia, del griego ergon, que significa trabajo, y phobos, miedo, indica una fobia persistente con respecto al trabajo o las tareas y similares, es decir, todas las tareas relacionadas con el ámbito profesional. Esta fobia, dictada por el miedo a no soportar el peso de las tareas y obligaciones a realizar o el entorno de socialización con compañeros y jefes, se ve alimentada por un estado persistente de ansiedad en el trabajo, debido al temor a cometer errores, lo que acarrea consecuencias negativas, cuando no desastrosas en el peor de los casos.

Diferencia entre ansiedad laboral y estrés relacionado con el trabajo

Hay que distinguir una fobia específica, como la ansiedad laboral, del estrés laboral, ya que en el primer caso se trata de un elemento que petrifica a la persona, impidiéndole ser eficiente y convirtiéndose en un obstáculo insalvable en esa parte de la vida cotidiana. Las principales consecuencias pueden ser días recurrentes de ausencia por enfermedad, o irse antes de lo previsto y, en algunos casos, la jubilación anticipada. Este tipo de efectos también pueden producirse por un elevado estrés laboral, pero normalmente cuando se trata de fobias específicas como en este caso, se promulgan conductas disfuncionales como la evitación del estímulo fóbico, percibido como amenazante aunque se sea consciente de que se trata de un miedo infundado, lo que no tiene por qué ocurrir cuando una persona está muy estresada.

En el caso del estrés laboral, de hecho, la persona no tiene un bloqueo relacionado con el trabajo, ni tiende a evitarlo porque está incapacitada. Por el contrario, se enfrenta a numerosas demandas de trabajo, que sería capaz de realizar, pero que, al ser grandes en número en comparación con el tiempo y la energía de que dispone, acaban por aplastarle. En resumen, el estrés laboral no es más que la incapacidad de hacer frente a las exigencias que vienen de fuera. En estos casos, si la persona no reduce la velocidad o incluso se detiene, se arriesga a sufrir repercusiones psicofísicas.

La ansiosa entrada de los jóvenes en el mundo laboral

Con el ritmo acelerado de la sociedad actual, es muy común, si no una certeza, experimentar ansiedad laboral y estrés en el lugar de trabajo. Incluso los más jóvenes empiezan a experimentar un estado de impaciencia y ansiedad relacionado con la vida escolar, ya que incluso el alumno tiene que esforzarse por mantener un ritmo y una eficacia que a menudo son difíciles de sostener a lo largo de los años de escolarización obligatoria.

Una vez fuera de la universidad, para los que han elegido profesiones en las que se exige una titulación, los jóvenes se ven lanzados a un mundo laboral que sólo han conocido en teoría, a diferencia de los países anglosajones, donde desde el bachillerato los jóvenes aprenden no sólo materias teóricas, sino también prácticas. Con la entrada en el mundo laboral, también surgen retos emocionales y psicológicos que influyen enormemente en el estado de relajación/tensión de una persona.

En la actualidad, sobre todo en el mundo empresarial, nuestros jóvenes se ven obligados a saltar de unas prácticas a otras, sin ninguna certeza, sólo con la esperanza de que una de ellas se convierta en un contrato indefinido. Los pocos que consiguen un contrato indefinido -sí, aún existen-, pueden relajarse durante un tiempo, porque aunque el trabajo sea duro, aún tienes la certeza de no tener que pelearte cada día con tu colega por un puñado de migajas de pan y esperanza. En Italia tenemos una tasa muy elevada de estrés laboral, y los grupos de mayor riesgo son las mujeres, los trabajadores precarios y los que trabajan más de cincuenta horas semanales.

Cuando hay un motivo de estrés laboral, debido a una carga excesiva, un ambiente lleno de tensión, una falta de relación con los compañeros, etc., surgen los síntomas más dispares, según la tendencia de la persona: por un lado, puede haber un fuerte nerviosismo, irritabilidad, insufrible hacia los demás y una tensión interna que puede llevar a actitudes provocadoras y agresivas. Así, hay quienes reaccionan acumulando ira y estallando en ataques de cólera, o quienes son víctimas de pensamientos negativos, depresión, sentimientos de desconfianza y una pérdida general de interés.

El concepto de burn-out, tan en boga hoy en día, se originó para indicar a una persona que, debido al trabajo y, sobre todo, a empleos que le exponen constantemente a tratar con otras personas o que implican ayuda, servicio social, apoyo sanitario y educativo, se siente “quemada”. Ahora este término se ha generalizado y se utiliza para indicar, independientemente de la tarea que desempeñen, a quienes están emocionalmente agotados, sin energía, exhaustos. Estas personas ya se sienten cansadas por la mañana nada más levantarse, sienten la jornada laboral como una condena interminable y perciben el tiempo libre como la única oportunidad de descansar, dormir y no ver a nadie.

Así pues, hemos visto cómo, por las razones más diversas, se pueden experimentar distintos tipos de ansiedad en el trabajo a distintos niveles, pero esto es normal y no necesariamente patológico.

Cuando la ansiedad laboral conduce a la patología

A menudo se corre el riesgo de confundir la ansiedad, que desde una perspectiva positiva podría verse como un impulso decidido de mejora y productividad, con la angustia, un sentimiento más intrusivo o con la propia fobia. Quienes experimentan ansiedad en el trabajo tienen un miedo excesivo e irracional a su ocupación, y esta percepción no sólo se produce incluso antes de que se produzca realmente la situación, sino que se mantiene incluso con un cambio de trabajo o de ubicación.

Por lo general, la persona es consciente de que es irracional y un producto de su mente, pero es incapaz de evitar poner en práctica estrategias de escape o evitar el estímulo temido. La causa de este fenómeno suele estar vinculada a un proceso de condicionamiento directo: la persona que lo padece ha sufrido en primera persona una experiencia negativa o ha sido testigo de la de otra persona. En el caso de la ergofobia, la persona puede haber tenido una experiencia traumática en el trabajo, u otra persona se la contó, y se formó una representación mental con el mismo tipo de efecto: en presencia del estímulo fóbico, se produce necesariamente una respuesta negativa y disfuncional.

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