La emetofobia, o miedo a vomitar, es un trastorno de ansiedad que tiene que ver con la esfera del control y se presenta con un miedo y un terror intensos a vomitar. Subyace a esta fobia el miedo a no ser capaz de anticipar y controlar las propias arcadas.
El miedo a vomitar puede tener su origen en un pensamiento (“¿Y si vomito ahora?”, “¿Y si me encuentro mal aquí delante de todo el mundo?”, “¿Y si vomito mañana en la fiesta?”) que genera una fuerte preocupación y que la persona se esfuerza por ahuyentar, con el efecto de que cuanto más lo ahuyenta, más vuelve el pensamiento. Ante el miedo a vomitar, intentar tranquilizarse y no pensar, en estos casos se corre el riesgo de agravar aún más el problema, aumentando la ansiedad y el miedo a vomitar. De hecho, se desencadena un círculo vicioso que generalmente conduce a la escalada de ansiedad, que puede culminar en pánico y casi nunca con arcadas. A menudo, el miedo también puede ser el de ver vomitar a otra persona y enfermar a consecuencia de ello.
El miedo al vómito se presenta con una fuerte sensación de náuseas y pesadez en el estómago y, a veces, también con reflujo gastroesofágico que puede durar varias horas. Junto con estos síntomas está el miedo constante a perder el control y vomitar en lugares y situaciones sociales de las que puede resultar embarazoso o difícil escapar (por ejemplo, en el trabajo, con amigos, en lugares concurridos, en el transporte, en el cine, en cenas de empresa, en cursos de formación).
Por este motivo, las personas que tienen miedo a vomitar en público suelen tender a aislarse y evitar las interacciones sociales en la medida de lo posible, se avergüenzan de hablar de ello y toman precauciones (por ejemplo. comer a determinadas horas, comer poco, taparse la nariz y la boca para evitar contraer un virus gastrointestinal), restricciones alimentarias (por ejemplo, comer sólo determinados alimentos) y control repetido de las reacciones corporales (por ejemplo, compulsiones para tragar) con la intención de reducir los niveles de ansiedad, pero consiguiendo el efecto contrario. El comportamiento evitativo también puede estar vinculado a creencias (si como demasiado vomitaré, si me siento en el asiento trasero del coche durante un viaje me pondré enfermo, etc.) que, debido a la ansiedad asociada a ellas, corren el riesgo de generar una profecía autocumplida.
Como puede suponerse, la evitación repetida puede llevar a la persona al retraimiento social y a restricciones drásticas (en algunos casos, anorexia), que pueden dar lugar a formas de depresión reactiva, comportamiento obsesivo y ansiedad social.